Deportes Copiapó apunta al liderato ante Antofagasta en un choque que puede cambiar la Primera B

Deportes Copiapó apunta al liderato ante Antofagasta en un choque que puede cambiar la Primera B

Un partido con olor a liderato

Deportes Copiapó se plantó en el Estadio Luis Valenzuela Hermosilla con una idea clara: ganar para tocar la cima de la Primera B. El calendario marcaba la fecha 25 y, aunque la tabla mostraba partidos pendientes, el contexto era nítido. Copiapó, 2º con 18 puntos en 9 encuentros (5 victorias, 3 empates, 1 derrota), llegaba con un balance sólido: 15 tantos a favor y apenas 6 en contra. Siete goles en sus últimos cinco compromisos explicaban el buen momento ofensivo y un bloque que concede poco.

Enfrente, CD Antofagasta aterrizó 6º con 10 puntos en 9 duelos (2-4-3). No es un dato que impresione, pero su carta fuerte sí: el equipo arrastraba la mejor cifra de porterías a cero del campeonato, con 12 vallas invictas a lo largo del curso. Ese sello defensivo convivía con una estadística más áspera: 16 goles recibidos en el acumulado frente a 12 anotados. Para compensar, la racha reciente mostraba pólvora: 9 goles en sus últimos cinco partidos.

El historial inmediato daba un pequeño guiño al visitante: Antofagasta tenía ventaja de 1-0 en victorias, sin empates registrados en sus enfrentamientos más recientes. Nada definitivo, pero sí un recordatorio de que a Copiapó le costó doblegar a este rival. La localía, el césped del Luis Valenzuela Hermosilla y la inercia del momento, en cambio, empujaban a los atacameños a colgarse el cartel de favoritos.

El foco individual tenía nombre propio: Tobias Figueroa. El ariete llegaba como máximo artillero del torneo con 14 goles y una influencia directa en el plan visitante. Su presencia condiciona defensas, obliga a vigilar centros laterales y segundas jugadas, y suele estirar a los centrales rival. Si Antofagasta quería sacar puntos grandes, su 9 era la brújula.

Lo que está en juego y las claves

Lo que está en juego y las claves

La tabla apretada de la Primera B convierte cada fecha en una escalera o en un tobogán. Copiapó, con un triunfo, respiraba muy cerca —o encima— del liderato. En este tipo de contextos, un detalle cambia el mes: tres puntos abren el camino al ascenso directo. El formato vigente premia al campeón y envía a los siguientes mejores a la liguilla por el segundo cupo, así que golpear ahora ahorra sufrimiento en octubre y noviembre.

Para Antofagasta, el objetivo era doble. Primero, frenar la ola de un rival directo; segundo, meterse de lleno en la conversación alta. Con 10 unidades, cualquier racha positiva lo disparaba en una tabla con varios equipos comprimidos. El margen de error es pequeño y, si ya tienes al goleador del campeonato, sostener atrás y morder en las transiciones es un plan más que razonable.

Las claves tácticas pasaban por el ritmo y la altura de la presión. Copiapó venía cómodo con un bloque medio-alto, robando en campo contrario y sumando mucha gente por dentro para soltar a sus extremos. Ese dibujo luce más cuando el rival quiere salir corto. Si Antofagasta optaba por una salida más directa buscando a Figueroa como faro, el duelo se iría a las segundas jugadas y a la lectura de los interiores.

Otro punto sensible: la pelota parada. Copiapó había rentabilizado su pegada en los últimos cinco partidos; Antofagasta, con su volumen de porterías a cero, sabe aguantar y esperar el córner que da oro. En partidos con tanto en juego, un detalle a balón parado pesa como un penalti.

El contexto del estadio también contaba. El Luis Valenzuela Hermosilla empuja y el equipo lo siente. El horario en UTC dejaba la cita en un tramo de noche local que suele favorecer la intensidad, el césped más fresco y una grada que no afloja. Todo eso se nota cuando el partido entra en su tramo caliente.

En lo anímico, Copiapó llegaba con confianza. Solo una derrota en nueve habla de un vestuario que se conoce, que defiende bien su frontal del área y que tiene mecanismos claros de salida. Antofagasta, pese a su irregular arranque en puntos, tenía algo que no se entrena: fe en su estructura defensiva. Es difícil quebrar a un equipo que, año en mano, colecciona porterías a cero.

Mirando el medio plazo, este cruce marcaba calendario. Copiapó, si ganaba, no solo arañaba el liderato: enviaba un mensaje a los que pelean por la liguilla. Antofagasta, con un golpe fuera de casa, limpiaba dudas y subía varios peldaños a la vez. El tramo final del torneo rara vez perdona a quien deja escapar un tren como este.

Y sí, el nombre de Figueroa flotaba sobre todo. Si el duelo se abría, podía decidirlo en una jugada. Si se cerraba, su rol como descarga para que el equipo respire y salga ordenado también valía puntos. Copiapó tenía la tarea de aislarlo, reducir centros limpios y obligarlo a recibir de espaldas. Si lo lograba, el plan local ganaba enteros.

Así se presentó el partido: un 2º contra 6º con cuentas pendientes, una defensa que presume cifras de élite y un ataque local que llega afilado. Un escenario con olor a final de temporada aunque estemos en la jornada 25. De esos duelos que no solo reparten puntos: mueven placas tectónicas en la pelea por el ascenso.

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